lunes, 27 de febrero de 2012

Para usted un 42

Algunos lo describirían como innecesario, otros podrían ponerle el título de agresivo, pero lo que vivió el arquero de Banfield, Cristian Luchetti, fue buscado. Desde que comenzó el encuentro entre el equipo del Sur y Racing Club, todo fue pura agresión hacia el guardameta del Taladro. Silbidos, abucheos, gestos obscenos, barbarie.
Lo primero que hizo Luchetti fue tomar de mala manera, en el área, a Gabriel Hauche y hacerle un penal. Asi empezó su tarde, con una falta y una amarilla. Luego le tocó patear un tiro desde los doce pasos, que le cobró el arbitro Néstor Pitana a favor de Banfield. Cruzó toda la cancha trotando y se dirigió hacia el arco de la tribuna visitante del estadio Juan Domingo Perón. Agarró el balón y disparó. En ese momento apareció Sebastián Saja para taparle la pegada y frenar el grito de gol, luego Chávez acarició la pelota hasta el fondo de la red. Fue ahí cuando “Lechuga” Luchetti festejó el empate como si hubiese ganado la final del mundo contra el Barcelona. Estaba claro que quería lucirse y vencer a la Academia a toda costa. Transcurrió el primer tiempo y Banfield se iba con uno menos a los vestuarios, por la expulsión de Marcelo Bustamante.
Luego de 15 minutos comenzó la segunda parte, la gente ya se prestaba a disfrutar del triunfo de Racing, pero no esperaban lo peor. Luchetti estaba enfrente. El arquero hizo tiempo, se peleó con los jugadores contrarios y con los hinchas, esos mismos hombres que ya no lo querían cuando jugaba con la blanca y celeste.
Decidió lucirse, empezó provocando la expulsión de Teófilo Gutiérrez, que ya tenía amarilla, y prosiguió con pases aéreos a su único delantero, Hernán Rodrigo López. Ahí fue cuando llegó la falta y por consiguiente el segundo gol de Banfield, también empezaron a caerle zapatos y zapatillas. Mocasines y botines. Le tiraban con "de todo". ¿Por qué le arrojaban esas cosas a un simple arquero? Porque el muchacho festejó el gol con todo. Se dio vuelta y besó su escudo frente a los hinchas de Banfield y de Racing. Gritó. Saltó. Enfureció a todos. Mientras tanto el alcanza pelotas, no sólo recogía los balones, sino que también devolvía las zapatillas, talle 42, a la tribuna local.

Por Gastón Sosa.

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